"When the disciples heard this, they fell prostrate and were very much afraid." Peter, James, and John already knew Jesus. They had been following him, learning from him, watching him for quite some time. But what took place before their eyes at the Transfiguration was unlike anything they had yet witnessed. This was not just a miracle or a message: this was a supernatural vision. When Jesus' face suddenly "shone like the sun" and two ancient prophets appeared and spoke, and a heavenly voice announced the true identity of their friend and teacher, these three disciples nearly fainted in fear. It must have been too glorious, too strange, too astonishing to handle.
But Jesus "came and touched them" to rouse them from their prostration. He told them, "Rise, and do not be afraid." What a beautiful moment. The Lord realized that his friends were overwhelmed. He had compassion on their meager ability to comprehend what was really going on. He allowed them to participate in this moment of revelation to help them understand who he was, but he still understood who THEY were--imperfect human beings who could not be expected to completely understand the ways of God.
Sometimes we might long to witness a kind of Transfiguration moment. It can be tempting to think that if we had access to such a supernatural revelation, our faith would be strengthened and our lives would change. But Jesus knows us best. He knows what we can handle and he knows the perfect way to reveal himself. For most of us, most of the time, this means coming to know Jesus in the more ordinary ways of prayer, Scripture study, and the sacraments. Let's be sure we are ready to find Jesus there.
©2017 Liturgical Publications, Inc.
¿Qué montaña de nuestra vida debemos de escalar para ser testigos de la transfiguración de Jesús? Seguramente primero, debemos de escalar la montaña desaber escucharlo y llevarlo hasta lo profundo de nuestra vida. Además, de abrir nuestro corazón para tocar su presencia. Cuando lleguemos a la cima de la montaña sentiremos la satisfacción de haber trabajado y luchado hasta el cansancio para lograr un mundo más justo y humano. La Cuaresma es un tiempo muy especial que la Iglesia nos brinda cada año para acompañar a Jesús hasta el Monte Calvario. Este camino hacia la montaña también es un paso de subir y escoger la visión de lo divino, que fue lo que Jesús trató de hacer que sus discípulos vieran, y escucharan lo que venía. ¡Su gloria! "Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve" (Mt 17, 2). Estas palabras del Evangelio son muy importantes para tener en cuenta en nuestra oración y tiempo de trabajo durante los cuarenta días, ya que son nuestra esperanza en la Resurrección. La cruz, sí, eso lo sabemos muy bien, primero, el sufrimiento sublimado hasta el extremo por amor a una sociedad más justa. Para luego disfrutar de los frutos del trabajo realizado en la Pascua ya cercana. No olvidemos durante la semana que la Transfiguración es un regalo tangible de Dios para todas las per- sonas de fe. La semana pasada Jesús nos invitaba a vencer la tentación para que al vencerla podamos ser transfigurados en personas más buenas. Tentación y gloria son parte de la vida cotidiana. Se trata de vencer para brillar en la sencillez del amor de Dios.
©2017 Liturgical Publications, Inc.
BACK TO LIST